Ya hace un tiempo que reflexiono sobre hacia dónde vamos en el sistema educativo y yo, pesimista por naturaleza, cada vez tengo más claro que a ninguna parte. Leyendo un artículo de la Vanguardia, que algún compañero anónimo colgó en la sala de profesores, escrito por Imma Monsó, titulado "El silencio de los corderos", pensé, señora Monsó ha dado en el blanco.
En este sistema educativo hay víctimas, es cierto, y son todos aquellos alumnos que han tenido la suerte o la desgracia de ser "normales". Y qué es ser un alumno "normal"? Aquel alumno que tiene una familia que se preocupa y que le dedica tiempo, que ha sido educado en valores, que respeta a los demás, que es responsable, que pone voluntad e interés. Seguro que muchos compañeros de profesión dirán que este tipo de alumnos, por desgracia, ya no forman parte de la normalidad, pero yo me quiero resistir a pensarlo.
Ya sé que utilizar la expresión normal no está de moda y que los estudiosos más prestigiosos del mundo dirán que esto no es correcto y les doy la razón. Pero a mí me cuesta asimilar que también se incluya dentro de la normalidad que los jóvenes se pasen todo el día con la cabeza sobre la mesa de clase durmiendo, o que se muevan por las escuelas como matones de discoteca, que puedan faltar al respeto a compañeros y profesores, etc.
Han diseñado un sistema de educación social, donde el papel de estos alumnos es de ONG. Deben ser referencia de los demás, aunque no les hagan caso, han de ayudar a los demás, aunque estos no lo aprovechen, tienen que soportar las burlas de los compañeros cuando sacan buenas notas. Deben aguantar en silencio que no les dejen escuchar y aprender un tema de su interés porque algún compañero se ha levantado de mala gaita.
Creo que nuestra función como escuela pública es garantizar la igualdad de oportunidades de las nuevas generaciones, independientemente de la capacidad económica de su familia y del lugar de nacimiento. Yo me niego a aceptar que por el hecho de nacer en un barrio de clase media baja no podamos formar alumnos para que sean todo lo que quieran ser y nos conformamos en integrarlos como una pieza más del engranaje social, dejando para unos cuantos privilegiados la elección del que quieren ser y lo que quieren hacer.
En este sistema educativo hay víctimas, es cierto, y son todos aquellos alumnos que han tenido la suerte o la desgracia de ser "normales". Y qué es ser un alumno "normal"? Aquel alumno que tiene una familia que se preocupa y que le dedica tiempo, que ha sido educado en valores, que respeta a los demás, que es responsable, que pone voluntad e interés. Seguro que muchos compañeros de profesión dirán que este tipo de alumnos, por desgracia, ya no forman parte de la normalidad, pero yo me quiero resistir a pensarlo.
Ya sé que utilizar la expresión normal no está de moda y que los estudiosos más prestigiosos del mundo dirán que esto no es correcto y les doy la razón. Pero a mí me cuesta asimilar que también se incluya dentro de la normalidad que los jóvenes se pasen todo el día con la cabeza sobre la mesa de clase durmiendo, o que se muevan por las escuelas como matones de discoteca, que puedan faltar al respeto a compañeros y profesores, etc.
Han diseñado un sistema de educación social, donde el papel de estos alumnos es de ONG. Deben ser referencia de los demás, aunque no les hagan caso, han de ayudar a los demás, aunque estos no lo aprovechen, tienen que soportar las burlas de los compañeros cuando sacan buenas notas. Deben aguantar en silencio que no les dejen escuchar y aprender un tema de su interés porque algún compañero se ha levantado de mala gaita.
Creo que nuestra función como escuela pública es garantizar la igualdad de oportunidades de las nuevas generaciones, independientemente de la capacidad económica de su familia y del lugar de nacimiento. Yo me niego a aceptar que por el hecho de nacer en un barrio de clase media baja no podamos formar alumnos para que sean todo lo que quieran ser y nos conformamos en integrarlos como una pieza más del engranaje social, dejando para unos cuantos privilegiados la elección del que quieren ser y lo que quieren hacer.
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