dijous, 28 de febrer del 2008

El profeta y el muro de las lamentaciones

Llegó un día el profeta al santuario del conocimiento y se quedó boquiabierto. Parte del muro que rodeaba el santuario había cedido y ahora sólo quedaban las cintas que los responsables de seguridad habían puesto para evitar el acceso de personas a las ruinas del muro. Es cierto que el muro hacía años que enseñaba, amenazando, grandes grietas y una inclinación nada tranquilizadora. El muro se había hecho viejo y su estructura cedía a poco a poco, pero de forma inexorable. Qué suerte !!, pensó el profeta una vez pasado el susto de esta dantesca imagen, suerte que no estaban al lado los cientos de discípulos saliendo o entrando del santuario. Los restos del muro que todavía quedaban en pie miraban al profeta de forma amenazadora esperando el momento oportuno para caer con toda su fuerza.
El tiempo pasó y los restos allá se quedaron como demostración de este nuevo concepto denominado autonomía de centro. La autonomía de centro nos dice que todas las responsabilidades son del centro, pero que este no gestiona lo más importante, que es la capacidad de gestionar todo el dinero y todas las acciones hechas en el centro. Es decir, si el muro cae es responsabilidad del centro, pero el centro no lo puede reparar.
Ya desesperados buscamos esperanzados una señal del todo poderoso y esta señal llegó unos meses mas tarde en forma de inauguración. Delante de nuestro centro se hizo una obra importante del ayuntamiento y se esperaban autoridades muy importantes para su inauguración. Cuando las autoridades locales vieron el estado lamentable del muro y su riesgo, dijeron que era inadmisible que los ojos de seres tan importantes y apreciados para la sociedad pudieran ver este espectáculo tan desagradable. Deprisa y corriendo los hilos escondidos que nadie ve, pero que todo el mundo sabe que están, se movieron y finalmente entre el todo poderoso que se encargó que el resto del muro no cayera y aplastara algunos pequeños cerebros de nuestros discípulos y gracias a estos hilos oscuros conseguimos tener un muro, un simple muro que separa la dignidad de la dejadez.